Un largo y zigzagueante canalón de madera se asemeja a un tobogán apuntalado en una ladera del asentamiento de Nambija, en Zamora Chinchipe. Sobre ese canal de 180 metros de longitud, forrado con cobijas de lana, el agua corre todo el día.
Allí está el orense Luis Suárez, de 43 años, dedicado a la minería desde hace 25. Tiene cuatro tinas grandes de plástico, un lampón, un platón... Son sus herramientas. Llegó a Nambija en 1982, durante el ‘boom’ minero.
“Había cientos de ranchos hechos con madera, plástico, zinc'”. Allí trabajó tres años como jornalero. Para llegar caminaba cuatro horas por las agrestes montañas. Ahora hay una vía lastrada que permite llegar desde Zamora en dos horas.
Nambija mantiene una fisonomía similar a la de hace 25 años. Los ranchos están construidos sobre pedregales y apuntalados en las laderas. La Pista es uno de los pocos sitios planos, donde hay 25 casas, tres restaurantes, una decena de tiendas y hasta una discoteca. Es un sitio de encuentro de los mineros.
Otros sitios son El Playón, el Tierrero' Algunas casas lucen deterioradas. La población actual de Nambija no supera las 1 200 personas, una tercera parte de lo que hubo hace 20 años. Hay una escuela, un colegio, un centro de salud y un retén policial en funcionamiento.
En El Playón se quedó Suárez. Alquiló en USD 150 al mes un trozo de ladera junto a una sociedad minera que usa una chancadora para extraer oro. Invirtió USD 1 500 en canalones y otros 1 000 en mangueras y herramientas manuales. Trabaja todo el día, de lunes a sábado.
Luciendo un mandil plástico lava delicadamente las cobijas con la esperanza de hallar oro. Este, por su peso, queda atrapado entre los tejidos. Mantenerse inclinado sobre el canalón es cansado. “Duele la cintura y casi siempre estoy resfriado”.
Cada mes gana entre USD 700 y 800. De ese ingreso depende su familia que vive en Pasaje. A ese cantón orense viaja cada mes y medio.
“No sé otro oficio”. Está intranquilo desde que el Gobierno desaloja a los mineros sin permisos ni concesiones. 150 fueron desalojados en San Luis, en agosto, y 300 en Conguime, en septiembre. En ambos casos, el argumento es el daño al ambiente.
A más de Suárez hay otros 70 líderes mineros preocupados en Nambija. La mayoría representa a sociedades y toda la población está vinculada a la minería.
Aurelio Chalán, un indígena Saraguro (Loja), vocal de la Junta Parroquial de Nambija, vive ahí 20 años. Él vende quesillo, plátano, yuca y otros productos agrícolas a los mineros. No está de acuerdo con los desalojos.
En busca de defender su labor, los mineros crearon cuatro organizaciones. La Asociación de Pequeños Mineros tiene 43 socios, entre ellos Suárez. El resto acoge a sociedades con inversiones de hasta USD 100 000 cada una.
Otros grupos son la Asociación de Trabajadores Autónomos, Nambija es mi Tierra y Comité Pro mejoras. A estos se suman los condominios Norte y Sur que tienen títulos mineros, pero que parte de sus derechos fue vendida a la compañía Andos.
Los mineros buscan legalizarse y capacitarse. También impulsan un plan para reubicar sus viviendas ubicadas en zonas de riesgo. La Prefectura ya identificó tres sitios seguros.
Según Edwin Cueva, titular de la Cámara de la Pequeña Minería de Zamora Chinchipe, el problema de Nambija se repite en Chinapintza, El Zarza y Guayzimi. Para él, el retraso del censo minero impidió que se solucionen los problemas y generó desalojos violentos.
Allí está el orense Luis Suárez, de 43 años, dedicado a la minería desde hace 25. Tiene cuatro tinas grandes de plástico, un lampón, un platón... Son sus herramientas. Llegó a Nambija en 1982, durante el ‘boom’ minero.
“Había cientos de ranchos hechos con madera, plástico, zinc'”. Allí trabajó tres años como jornalero. Para llegar caminaba cuatro horas por las agrestes montañas. Ahora hay una vía lastrada que permite llegar desde Zamora en dos horas.
Nambija mantiene una fisonomía similar a la de hace 25 años. Los ranchos están construidos sobre pedregales y apuntalados en las laderas. La Pista es uno de los pocos sitios planos, donde hay 25 casas, tres restaurantes, una decena de tiendas y hasta una discoteca. Es un sitio de encuentro de los mineros.
Otros sitios son El Playón, el Tierrero' Algunas casas lucen deterioradas. La población actual de Nambija no supera las 1 200 personas, una tercera parte de lo que hubo hace 20 años. Hay una escuela, un colegio, un centro de salud y un retén policial en funcionamiento.
En El Playón se quedó Suárez. Alquiló en USD 150 al mes un trozo de ladera junto a una sociedad minera que usa una chancadora para extraer oro. Invirtió USD 1 500 en canalones y otros 1 000 en mangueras y herramientas manuales. Trabaja todo el día, de lunes a sábado.
Luciendo un mandil plástico lava delicadamente las cobijas con la esperanza de hallar oro. Este, por su peso, queda atrapado entre los tejidos. Mantenerse inclinado sobre el canalón es cansado. “Duele la cintura y casi siempre estoy resfriado”.
Cada mes gana entre USD 700 y 800. De ese ingreso depende su familia que vive en Pasaje. A ese cantón orense viaja cada mes y medio.
“No sé otro oficio”. Está intranquilo desde que el Gobierno desaloja a los mineros sin permisos ni concesiones. 150 fueron desalojados en San Luis, en agosto, y 300 en Conguime, en septiembre. En ambos casos, el argumento es el daño al ambiente.
A más de Suárez hay otros 70 líderes mineros preocupados en Nambija. La mayoría representa a sociedades y toda la población está vinculada a la minería.
Aurelio Chalán, un indígena Saraguro (Loja), vocal de la Junta Parroquial de Nambija, vive ahí 20 años. Él vende quesillo, plátano, yuca y otros productos agrícolas a los mineros. No está de acuerdo con los desalojos.
En busca de defender su labor, los mineros crearon cuatro organizaciones. La Asociación de Pequeños Mineros tiene 43 socios, entre ellos Suárez. El resto acoge a sociedades con inversiones de hasta USD 100 000 cada una.
Otros grupos son la Asociación de Trabajadores Autónomos, Nambija es mi Tierra y Comité Pro mejoras. A estos se suman los condominios Norte y Sur que tienen títulos mineros, pero que parte de sus derechos fue vendida a la compañía Andos.
Los mineros buscan legalizarse y capacitarse. También impulsan un plan para reubicar sus viviendas ubicadas en zonas de riesgo. La Prefectura ya identificó tres sitios seguros.
Según Edwin Cueva, titular de la Cámara de la Pequeña Minería de Zamora Chinchipe, el problema de Nambija se repite en Chinapintza, El Zarza y Guayzimi. Para él, el retraso del censo minero impidió que se solucionen los problemas y generó desalojos violentos.
- El censo minero de Zamora Chinchipe determinó que hay 249 mineros artesanales en áreas que están concesionadas a otras empresas. Cada uno representa a organizaciones.
- Según el informe, 140 de mineros están en Chinapintza. Allí ocupan áreas concesionadas a firmas como Gold Marca y Élite. Otros 70 mineros están en Nambija ocupando áreas de los condominios Norte y Sur y Andos.
- Su regularización requiere de negociaciones. En El Zarza se entregaron 16 permisos a mineros que alcanzaron acuerdos con Cóndor Gold. Otros 22 están en negociación con Aurelian.
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