Una investigación en la provincia de Zamora Chinchipe, en la frontera entre Ecuador y Perú, muestra los efectos de la minería sobre la infancia: desajustes emocionales, desnutrición y maltrato son las principales problemáticas.
"Cuando iniciamos esta investigación habíamos sido informados de un
escenario terrible por confirmar: la existencia de una red de trata de
niños y niñas que eran importados desde el Perú para trabajar de manera
clandestina en las minas (ecuatorianas)”. Estas palabras están en la
presentación de la investigación Infancia de oro en la cordillera del
Cóndor, que expone los impactos de la minería en los niños que habitan
la provincia de Zamora Chinchipe, en la frontera entre Ecuador y Perú.
Casi
con las mismas palabras, uno de los investigadores líderes, el médico
ecuatoriano Adolfo Maldonado, cuenta al otro lado del teléfono que este
estudio comenzó motivado por esos rumores. Rumores que hablaban de niños
utilizados para operar las “chancadoras”, unas máquinas poderosas que
van destruyendo la piedra hasta convertirla en arena, de la cual se
separa el oro. La tarea de los menores —denunciaban las ONG— era retirar
las piedras que a veces se quedaban atoradas en la máquina e impedían
seguir el proceso de molienda. “En esa operación, muchos de ellos
perdían sus extremidades, y así, amputados, eran devueltos a sus padres
nuevamente en Perú”.
“Aunque no pudimos corroborar este rumor, no
lo descartamos, porque la historia de minería ha sido muy escondida, muy
perseguida, muy golpeada”, dice Maldonado. Lo que sí lograron con la
investigación fue hacer un diagnóstico de la situación de los niños y
adolescentes en zonas de minería artesanal de oro (en las comunidades La
Punta, La Pangui y La Herradura) y de gran escala (comunidades Zarza y
Río Blanco). Compararon ambos territorios y los resultados, que se
resumen en una gran cantidad de estadísticas y cifras, señalan que los
desajustes emocionales de los menores que viven en la zona de influencia
directa de proyectos de minería a gran escala son “mucho más elevados”
que los de aquellos que viven en zonas de minería artesanal.
Ese
desajuste emocional —explica el estudio— está condicionado por las
dinámicas familiar y comunitaria, “lo cual quiere decir que la
estabilidad emocional de estos niños está determinada por cómo sienten o
no seguridad en los distintos ambientes que los rodean”.
También
están las marcas que deja la minería en el rendimiento académico (el
60,3% de los niños de las zonas investigadas presentaban dificultades
académicas o de aprendizaje). En la deserción escolar (que alcanza el
26,5%). En la capacidad para relacionarse con los maestros (el 15,4%
tiene dificultades) y con los compañeros de clases (con un 25%). En la
salud nutricional (el 50,7% presentó desnutrición crónica). Y en la
madurez psicológica de los menores (en promedio, su edad mental está dos
años y dos meses por debajo de su edad cronológica).
Del mismo
modo, están las marcas de la minería en la forma en que los niños se
relacionan con el medio ambiente. En la manera en que perciben el
territorio que habitan: las zonas desoladas e inertes que deja el uso de
sustancias tóxicas utilizadas para la extracción del oro. “Los niños
sienten que nada de lo que está por encima de las piedras (de donde
extraen el mineral) tiene valor”, explica Maldonado. No tienen valor la
vegetación ni el verde ni la naturaleza, porque lo que les da de comer
está bajo tierra. No tiene valor porque han crecido en ese paisaje y lo
habitual para ellos es vivir en casas de tabla, con techos de zinc y
piso de madera, rodeadas de tierra infértil.
“No sólo están
expuestos a los químicos —dice Maldonado—. También al miedo, a la
violencia, a la pobreza, a la falta de expectativas a futuro”. Para
ponerlo en números, de las familias consultadas para esta investigación,
en el 44,1% se presentaba maltrato infantil; en el 37%, violencia
intrafamiliar; en el 42,2%, alcoholismo, y en el 31,6% el abandono de
alguno de los padres. “Cifras a las que habría que añadir un 14,7% de
familias con intentos de suicidio y un 17,6% de ellas con antecedentes
de abusos sexuales”, reza el informe.
Los niños de la provincia minera Zamora Chinchipe
44,1 por
ciento de las familias consultadas para la investigación ‘Infancia de
oro en la cordillera del Cóndor’ registraron maltrato infantil.
59,6 por ciento de los niños presentaron un desajuste emocional leve.
34,5 por ciento de los menores tenía problemas en el proceso de lectura, 35,2% dificultades en la escritura y 40,3% en cálculo.
40,5 por
ciento de los niños en zonas de minería a gran escala presenta
desnutrición, frente al 30,5% en las zonas de minería artesanal.
FUENTE:
Carolina Gutiérrez Torres | Elespectador.com
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